sábado, 29 de septiembre de 2007

La Comunicación: eje transversal de Aparecida

El documento final cuya publicación autorizó el Papa Benedicto XVI y que ha sido acogido para la meditación eclesial y acción apostólica en las Iglesias particulares de Latinoamérica y el Caribe, señala este horizonte con sugestivas expresiones que animan a quienes se empeñan en la reflexión de la Teológica sobre la comunicación y la misma Pastoral de las Comunicaciones.
1. “Vivir y Comunicar la Vida Nueva de Cristo”
Después de una mirada a la realidad sobre las diversas dimensiones de nuestra vida (socio-política, económica, ecológica, etc.), y sobre la “Situación de nuestra Iglesia en esta hora histórica de desafíos”, en la primera parte del documento de Aparecida, la reflexión del Magisterio latinoamericano se encamina a profundizar en la Vida de Jesucristo “en” los discípulos y “para” nuestros pueblos, en las dos partes subsiguientes.
Una doctrina que queda plasmada con un discurso rico de elementos, que señalan la identidad del discípulo misionero y de su misión en medio de sus hermanos latinoamericanos, cuya síntesis la encontramos al inicio de la Tercera parte con el título “7.1. Vivir y comunicar la vida nueva en Cristo a nuestros pueblos”.
La identidad del discípulo se construye como fruto de un diálogo entre Dios y el hombre en un contexto comunitario, con unas características fundamentales que le son propias. Estas características ya se pueden leer no solo en los evangelios, sino también, y de modo específico en el “Evangelio del Espíritu Santo y la Iglesia”: Los Hechos de los apóstoles.
Se pueden considerar como novedades las insistencias en el ámbito de la identidad del discípulo misionero. Estas son dadas por las continuas y explicitas referencias a la comunión del elegido con su Señor Jesucristo, así como el ambiente que le es propio: la comunidad de fe.
El inocultable clamor por una pastoral más misionera y menos de conservación, que implicará una conversión pastoral y un cambio paradigmático en todos los agentes de pastoral, así como una mayor atención a los procesos de Iniciación Cristiana y de formación del discípulo misionero, son también una insistencia.
La pastoral de la Iglesia está llamada a tocar todas las realidades humanas, y en este sentido, puede que se repitan, como es lógico, los ítems de los anteriores documentos, pero el documento de Aparecida deja el sabor de una mayor conciencia en la importancia de entender su ser y su quehacer, en la continua comunicación con Dios para una consecuente comunicación de la Buena noticia a los pueblos latinoamericanos, en búsqueda de la comunión.
2. La comunicación: un eje transversal para los discípulos misioneros Fuera de los numerales referentes a la “Pastoral de la Comunicación Social” (Nos. 484 a 490), no acaso encontramos decenas de veces la palabra “comunicación”, o el verbo “comunicar” conjugado de diversas formas a lo largo del documento de Aparecida. Sin hacer de ello una referencia forzada, se descubre más bien un reclamo fundamental de quienes saben que no es posible el diálogo con Dios, la vida en comunión y el anuncio del Evangelio, sin reconocer que el ser y las acciones de la Iglesia están impregnadas de un continuo comunicar.
3. Jesucristo: Primer y más grande evangelizador

Al partir de la profesión de fe del discípulo en el Señor Jesús (102 -126), y al tener en cuenta algunos de los títulos que allí se le dan, tales como “primer y más grande evangelizador” y “Buena Nueva”, necesariamente se tiene que hacer referencia a Él mismo, verdadero Dios y verdadero hombre, como comunicación auténtica y fundante.

En la Tercera parte del documento, titulada “La vida de Jesucristo para nuestros pueblos”, en el capítulo 7, sobre “La misión de los discípulos al servicio de la vida plena”, en la cual el discípulo es explícitamente invitado a “Vivir y comunicar la vida nueva en Cristo”, el numeral 353 nos da fundamentos para una mayor comprensión de la “comunicación” en el misterio de Cristo:

“Jesús, Buen Pastor quiere comunicarnos su vida y ponerse al servicio de la vida… se acerca al ciego… dignifica a la samaritana… sana los enfermos… alimenta al pueblo… libera los endemoniados… Incluye a todos… Toca los leprosos… Deja que le unjan los pies… Recibe a Nicodemo… Invita a la reconciliación… Al amor a los enemigos… Optar por los más pobres”.

De esta manera nos encontramos ante una experiencia comunicación que supera los conceptos que la definen sólo como procesos de intercambio de información, o de coincidencia de redes simbólicas, y más bien se plenifica en la realidad de una persona que se sabe a sí misma como un “don” y con la misión de hacer un “don de sí” hacia los otros: “Yo soy el Buen Pastor. El Buen Pastor da la vida por sus ovejas” (cfr. Jn 10)

Es consecuente en esto el Magisterio pastoral de Aparecida, pues al hacer referencia a un denodado trabajo en la misión, dirigida hacia todas las realidades humanas que vive América Latina, comprende la dinámica de la comunicación como experiencia vital, la experiencia de su Señor y Maestro, la experiencia del “dar vida”.

Desde esta comprensión podemos asumir que en todas las acciones eclesiales que busquen bajarse de su cabalgadura para acercarse al hombre herido, curarlo con aceite y vino, y dar dinero al posadero, se pone de manifiesto el ejercicio de una auténtica comunicación, a imagen de su Señor, el Buen Samaritano (Cfr. Lc 10, 34ss).

4. Comunión – Comunicación y Comunidad de Discípulos Misioneros

El capítulo 5 del documento de Aparecida manifiesta la dinámica del ser, vivir y anunciar como discípulo misionero, en un texto no privado del peligro de la saturación de referencias bíblicas y magisteriales, pero rico siempre en expresiones que evidencian el servicio prestado por la comunicación para dar vida a nuestros pueblos. En primer lugar aparece la llamada a la íntima comunión con la Trinidad, fuente, modelo y meta del misterio de la Iglesia, y sobre todo, sustento de la unidad entre las comunidades. Llamada de carácter personal porque el Señor quiere hablarles al corazón y así alimentar la vida comunitaria y la actividad misionera.

Luego la respuesta del elegido no se limita en una vida intimista de meditaciones y oraciones, a escondidas con el Dios Trino, sino que responde también a una llamada a la creación de comunidad, en donde la meditación de la Palabra, la oración compartida, la fraternidad, la solidaridad y la búsqueda continua de la reconciliación hacen del discípulo un-creyente-con-los-otros: “No hay discipulado sin comunión” sanciona tajantemente el documento.

Es en la comunión de los discípulos-apóstoles en la que se hace más clara y evidente la escucha y comprensión de la Buena Nueva comunicada en la proclamación de la Palabra, la celebración de los sacramentos y el servicio solidario. Así, la comunión se hace misión y la misión es para hacer la comunión, mediante la comunicación de esta Buena Noticia. No es posible vivir la comunión de los discípulos y la misión del anuncio sin una plena comunicación del don personal y del bien espiritual recibido por la acción del Espíritu Santo.

Por último este capítulo hace una referencia directa a los espacios eclesiales en los cuales esta comunión y esta comunicación de la Buena Nueva, se hacen evidentes: La comunión con el Papa y los obispos, la conferencia episcopal, la realidad diocesana, parroquial, de pequeña comunidad, de grupos y movimientos.

Del numeral 184 al 239 no sólo se hace referencia a la vocación específica de los discípulos en el seno de la Iglesia, para señalar la importancia de la comunión de todos en bien de la misión y como expresión de la vida recibida de Dios, multitud carismática del Espíritu, sino que además se señala la necesaria tarea de la búsqueda de quien se ha aislado de ésa comunión, la importancia del diálogo ecuménico e inter religioso para “la construcción de una nueva humanidad”.

5. La Iglesia ante la ambigüedad en el manejo de los medios de comunicación

El otro aspecto de la comunicación, más evidente y al que se hace el mayor número de referencias en todo el documento es al de los medios de comunicación social, con su desarrollo tecnológico, los avances en la comunicación virtual y su influencia concreta en medio de la cultura urbana que se extiende entre postmodernismo y difusión de antivalores.

En la primera parte del documento en la que se hace una valoración de la realidad de “La vida de nuestros Pueblos hoy”, así como a lo largo de la segunda parte, más dedicada a un discernimiento de la vida de los discípulos, si bien existe todavía una admiración por los avances tecnológicos y la capacidad de difusión de información de los medios de comunicación social, los obispos no dejan de llamar la atención sobre los peligros que comporta el uso de estos medios sin un adecuado juicio de valor.

“Los jóvenes son víctimas de la influencia negativa de la cultura posmoderna, especialmente de los medios de comunicación social” (318). No sólo los medios, sino el lenguaje usado en un ambiente pluricultural y que “dificultan la transmisión de la fe…Frente a ellos no se ve una presencia importante de la Iglesia en la generación de la cultura, de modo especial en el mundo universitario y en los medios de comunicación social” (100).

Esta “falta de presencia” de la Iglesia en el mundo de los medios de comunicación, contrasta con otra expresión: “se ha desarrollado la pastoral de la comunicación social, y la Iglesia cuenta con más medios que nunca para la evangelización de la cultura…” (99).

Queda evidenciada una doble ambigüedad: Ambigüedad de los medios de comunicación, que tienen el poder de unir a los hombres, pero que se han convertido en un continuo peligro para la formación en valores de las nuevas generaciones, al no cumplir con su tarea al servicio del bien común. Y ambigüedad en el uso que la Iglesia misma da a estos medios, pues a pesar de tenerlos en abundancia, aún no ejercen el impacto social que debieran.

Queda también en deuda la presencia de los discípulos misioneros en los medios laicos, pues no parecen tener ninguna influencia en la agenda setting, ni en el impacto sobre la opinión pública.

Surgen así muchas inquietudes: ¿Qué se entiende por pastoral de la comunicación social? ¿Qué valor se le da a un medio de comunicación de propiedad de la Iglesia? ¿Qué tipo de presencia deben hacer los discípulos misioneros que trabajan en los medios laicos? ¿Con que directrices y apoyos cuentan todos estos por parte de los pastores?, etc., a pesar de que existen las respuestas en diversos documentos eclesiales. No pareciera entonces que ya se hubiese llegado a una real conciencia de la importancia de la comunicación y los medios en la vida de la Iglesia, sino que siguen siendo no una “rueda suelta”, sino algo peor aún…un “motor apagado”.

6. Pastoral de la comunicación social

Nuevamente aparece en los documentos de las Asambleas del CELAM, una sección dedicada a la Pastoral de la Comunicación, y esta vez entendida en el marco de la tercera parte: “La vida de Jesucristo para nuestros pueblos” (Nos 484 – 490). (Se puede leer el artículo de Pepe Mármol en esta página de la OCLACC).

En síntesis las líneas explícitas del trabajo de pastoral de la comunicación social en las que se centra el documento son:

Acompañamiento pastoral a los comunicadores

Formación

Presencia y apoyo de parte de los pastores

Desarrollo de política de comunicación

Creación, optimización y apoyo a los medios de comunicación

Pero también hay unas líneas implícitas:

Reconocimiento de la comunicación como una realidad anterior a los medios

La identificación del discípulo misionero como un “comunicador”

La visión de la comunicación como una herramienta estratégica para hacer comunidad

La comprensión de la “cultura mediática” y sus lenguajes, y el necesario diálogo con ellos

La participación de la diversidad de vocaciones en los distintos espacios eclesiales.

En este sentido el documento de Aparecida recoge en buena medida parte de la reflexión magisterial latinoamericana presentada en las anteriores Asambleas Generales.

Conclusión: Asambleas del CELAM: “Evangelizar es comunicar”

Son ya clásicas las expresiones de los documentos del Magisterio episcopal latinoamericano referentes a la comunicación en los procesos de evangelización. En Río de Janeiro, Medellín, Puebla y Santo Domingo existen un sin fin de referencias a la mirada que la Iglesia latinoamericana ha hecho sobre la comunicación, los profesionales y sobre todo los medios de comunicación.

Es cierto que ha existido un notable acento sobre los medios de comunicación, tristemente más que sobre la comunicación misma, o aún las estructuras eclesiales que podrían favorecer una más óptima gestión de la comunicación en el quehacer pastoral; pero también es cierto que la reflexión teológico-pastoral sobre la comunicación es aún incipiente, o por lo menos demasiado joven, y por tal motivo no ha de escandalizar el continuo acento que sobre ellos se sigue haciendo, aún en la última Asamblea de Aparecida.

Una mayor conciencia de la importancia de la comunicación Institucional en la Iglesia, en donde se entiende la comunicación como una herramienta estratégica para la misión de hacer discípulos y evangelizar, la consolidación de una Iglesia-comunión y el Anuncio en un contexto latinoamericano de desafíos, permitirá un mayor flujo de reflexiones y acciones eclesiales, sin caer en el peligro de la parcialidad en la comprensión de la misión del discípulo Misionero.

¿Qué es la comunicación en la Iglesia?

Evangelizar es comunicar

Comunicación para la Comunión

"Las comunicaciones que se hacen en la Iglesia y por la Iglesia consisten escencialmente en el anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo.

Es la proclamación del Evangelio como palabra profética y liberadora dirigida a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo;

es el testimonio dado de la verdad divinay el destino trascendente de la persona humana, frente a una secularización radical;

es ponerse de parte de la justicia, en solidaridad con todos los creyentes, al servicio de la comunidón de los pueblos, las naciones y las culturas, frente a los conflictos y las divisiones.

"(Aetatis Novae, 9)

"La evangelización, anuncio del Reino, es comunicación: por tanto, la comunicación social debe ser tenida en cuenta en todos los aspectos de la transmisión de la Buena Nueva."

(Puebla, 1063)